lunes, 25 de abril de 2011

LA CONFIANZA RECIÉN NACIDA


Desde el cielo, algún ángel juguetón dejó caer una estrella que llevaba mi nombre, viniendo a caer justamente sobre un surco arado en el vientre de mi madre (igual que hace una semilla cuando se cansa de volar: busca un agujero y se esconde).
Desde ese momento,
el cielo quedó más triste y apagado
pero la tierra más alegre e iluminada
que hasta entonces,
pues Dios había decidido
dejar de ser Él, estrella y Dios
para hacer Yo, tierra y hombre.
Y así  comenzó Su aventura y mi aventura,
los dos acurrucados y abrazados
en menos de un milímetro
de vientre (o de noche).
Los biólogos hablarían de hormonas...
enzimas... de genes...,
de óvulos y de espermatozoides,
sin embargo, yo sabía
que se trataba de la Vida, del Amor...,
que se trataba una vez más,
de Dios encarnándose en el hombre.
Los médicos hablarían de análisis...,
de controles...., de ecografías...,
de medicamentos..., de anestesias
y de contracciones...,
yo sabía que era la confianza y sólo la confianza
la que iba a hacer el milagro
al cabo de nueve meses,
de hacer salir mi cabeza, como sol,
por sobre algún horizonte.

Y salí, o salimos. Y nací, o nacimos,
alegres y desnudos
igual que el año nuevo nace
de la nochevieja después de dar las doce.
Y crecí, o crecimos,
sin esfuerzo, sin darnos cuenta
(igual que los árboles crecen en el bosque).
Y aunque mis padres y mis pediatras
creyeron  que lo hacía
gracias a la comida, a las vitaminas
y a las mil preocupaciones,
yo sabía que el anhelo de vivir
y la confianza en mí mismo
eran mis únicas y verdaderas provisiones.

Y ahora, que ya soy mayor,
ahora que mi corazón ha sido esculpido
por el dolor, golpe a golpe,
ahora que intento convertirlo en algodón
después que lo hicieran bronce,
ahora que intento volver otra vez a ser un niño
renunciando a ser un “hombre”...
ahora... ¿quién me ayudará
a recuperar el tiempo perdido?
¿Quién me ayudará
a llenar mi jardín con nuevas flores?
¿Quién me ayudará a nacer de nuevo
y sacar la cabeza del espíritu
desde este oscuro vientre, ¡oscura noche!?
¿Quién me ayudará a volver a ser un Dios
de la misma forma
que cuando era Dios me volví hombre?

¡La confianza y sólo la confianza!
- musita mi corazón -,
pues la confianza
es la llave maestra que abre el cofre
en el que los tesoros de la abundancia,
del amor y de la dicha
juegan a hacer que se esconden.

José María Blanco y Aintzane Zabala

El verdadero Amor no es más que
el deseo inevitable de ayudar a otro
a que sea quien de verdad es.

Antoine de Saint Exupéry

María de Tena Ávila
Maestra y terapeuta en Reiki
Tfno. 625 17 86 82

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